Aunque no soy sentimental, quiero a mi Amo y no lo oculto. No podría ser más inteligente, encantador y severo. Es cierto que, como todo amo que se respete, a veces se muestra demasiado exigente, y también que me aflige e irrita cuando me lleva hasta los límites de mi resistencia física y moral. Mi Amo, como hombre apasionado que es, vive entregado a su pasión : el sadomasoquismo. Esta filosofía, pues de eso se trata, representa a sus ojos una forma de vida ideal. Yo me opongo a ella con firmeza, pues creo que no se puede ni se debe ser sadomasoquista las veinticuatro horas del día. Las grandezas y las servidumbres de la vida cotidiana no casan bien con las fantasías, y para proteger a unas y a otras es necesario disociarlas. Cuando el amo y la esclava viven juntos, deben ser lo bastante sabios como para alternar el dolor con momentos gratos, los deleites con los suplicios, pues en materia de sadomasoquismo, cualquier trivialización resulta insufrible. De ahí que a veces sea primo...